En el penal de Ezeiza, Natalia Oreiro presentó Gilda frente a 100 presas; la superación, el eje de la propuesta.

La ansiedad asoma a flor de piel en las casi 100 reclusas del Complejo Penitenciario Federal IV de Mujeres de Ezeiza. Seleccionadas por su buena conducta, aplauden, taconean con ritmo, cantan y se prueban coronas de flores sobre el pelo, como si se tratara de un cotillón simbólico, especial, en el preludio de una gran fiesta-homenaje.

El salón de la prisión de máxima seguridad se convierte en una celebración de la cultura y en un tributo a un ícono de la música popular y también a una actriz, a través de la proyección del film (casi documental) Gilda. No me arrepiento de este amor.

Minutos antes de que el lugar quede en penumbras, Natalia Oreiro y la directora de la película, Lorena Muñoz, irrumpen en la sala cultural del penal y saludan con un beso a cada una de las presas, que purgan condena o esperan sentencia firme por delitos como narcotráfico, trata de personas, estafa y venta de armas, entre otros.

"Ésta es la primera vez que se exhibe una película que está en cartel. Para las chicas eso es increíble, ya que es como una ilusión de libertad; como estar un rato sintiéndose libres, compartiendo lo mismo que el resto de la sociedad", dijo Oreiro a LA NACION, entre demandas de autógrafos y fotos.

La actriz es empática y acorta el abismo que separa a una estrella de las mujeres privadas de libertad. Para ella, muchos de esos rostros agradecidos le eran familiares, al punto de llamar a varias por su nombre. El año pasado presentó en el mismo penal el film Infancia clandestina, que protagonizó con la dirección de Benjamín Ávila, y fue entonces cuando les prometió volver con Gilda, actualmente en cartel.
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"Sí, pero esta vez no trajiste a [Ricardo] Mollo", bromeó sobre el esposo de la actriz Claudia, una de las reclusas.

Gracias a un acuerdo de cooperación rubricado anteayer entre la Procuración Penitenciaria de la Nación, la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), en las 35 prisiones federales se exhibirá el ciclo Cine en las Cárceles, que ayer tuvo con el estreno de Gilda... su punto alto. Además, la actriz y la directora intercambiaron ideas y reflexiones con las reclusas.

Más allá de lo recreativo, según señalaron en la Procuración Penitenciaria de la Nación, el objetivo del ciclo es garantizar a las personas privadas de libertad el acceso a la cultura y a otros derechos de bienestar mental, como postulan las reglas Mandela. Esas normas, que aluden al líder sudafricano, consideran que la finalidad de la cárcel es proteger a la sociedad contra el delito y reducir la reincidencia. Esto puede lograrse a partir de acompañar, estimular, educar y generar autoestima en el recluso.

Durante las casi dos horas de proyección, las internas cantaron, bailaron, aplaudieron enfervorizadas, pero sobre todo se identificaron con la historia de vida de esa maestra jardinera de Villa Devoto que se impone vencer adversidades para superarse. Y debe pagar un alto costo familiar por su empresa.

Ayer, hubo un momento de mucha sensibilidad que actuó como un espejo desconcertante: la realidad, la ficción y un pasado perfectamente recreado se fusionaron frente a la pantalla. Fue durante la escena en la que Gilda visita y canta en el penal N° 9 de La Plata. Allí, como un guiño a su propia realidad, la ovación y el fervor de las reclusas parecieron desbordarse.

"Lo que más rescato de todo esto, además de lo dulce que es Natalia, es sentir que nosotras, aun en el encierro, le importamos a alguien, como para que nos traiga su arte aquí", dijo Laura, una de las presas, de 59 años.

"Es triste decirlo, pero yo redescubrí mi amor por el canto aquí, con el tiempo muerto. Y esta peli me motiva: cuando salga quiero cantar tango, aunque sea pasando la gorrita", contó Esther.

"Me emociona que haya alguien afuera que venga hasta aquí, con la sola intención de darnos una alegría: la de no juzgarnos y hacernos formar parte, aunque sea por un momento, del resto de los espectadores", señaló Rosa.

El ingreso del Incaa en el acuerdo permite, además de brindar los recursos técnicos, que en un futuro se sumen más actores y directores a la iniciativa.

Después de que terminó la película, uno de sus productores, Benjamín Ávila, habló sobre la repercusión del film en las diferentes audiencias: "Lo que cambió aquí son las escenas en las que las reclusas se detienen más, las que más las conmueven. Creo que este ciclo también les sirve a los que están privados de libertad como un respiro. Para bancarse este universo tan diferente, para hacerse preguntas y reflexionar".

Una locuaz Oreiro cerró su presentación con una apelación a las internas: "Esta película fue posible por una sinergía de mujeres perseverantes, por un sueño y por una lucha contra todas las dificultades. Lo importante, a pesar de los errores, es seguir siempre adelante, con fuerza de voluntad y creencia en uno mismo".
Campanella, el precursor

Hace dos años, el director Juan José Campanella y el escritor Eduardo Sacheri fueron los impulsores de la exhibición del film Metegol en el penal de Marcos Paz. La experiencia y el intercambio con los reclusos fue tan edificante que Campanella buscó formalizar la iniciativa a través de la Academia del Cine. Desde entonces se proyectaron en penales películas como Relatos salvajes, El último Elvis y Un cuento chino. Ahora el Incaa se sumó para expandir el ciclo a las 35 cárceles federales.


Fuente: La Nación - Viernes 07 de octubre de 2016

http://www.lanacion.com.ar/1944858-ilusion-de-libertad-llega-un-ciclo-de-cine-a-las-carceles